Monday, December 01, 2008

Inmigrante con papeles



Mohamed Toudani y Zahra Outahri forman un feliz matrimonio que acaba de tener su sexto hijo. Hija para ser más exactos; se llama Iptisen y es una preciosa niña que nació hace diez días en el hospital de Tremp (Lleida). El mayor de sus vástagos es otra niña de 14 años. Y en medio de ellas dos están Hafid, Fátima, Mohamed y Rachid.

Mohamed Toudani tiene como 38 años y su complexión recuerda a la de Abebe Bikila, aunque éste era etíope y Toudani es marroquí. Jugó mucho al fútbol en su juventud, de lo que le quedan recuerdos indelebles de varias fracturas en un brazo, resultado de duros lances de juego.

Toudani emigró primero a Francia, donde estuvo trabajando sin papeles durante unos años. Finalmente fue atrapado un día por la policía y puesto en la frontera con España; de ahí que se asentara en la provincia de Lleida, por su proximidad con Francia.

En España empezó trabajando con la documentación provisional de un amigo suyo hasta que un día le pidió su documentación la Guardia Civil. Una cosa llevó a la otra y su patrón lo contrató en firme y de ahí obtuvo sus papeles: residencia y permiso de trabajo.

Posteriormente se trajo a su familia, su esposa y su hija mayor y el resto nacieron aquí. Él es un serio trabajador de la construcción que acabado su último contrato hace pocas semanas, ha conseguido ya otro en estos últimos días, por su capacidad, seriedad profesional y su honradez laboral y humana.

Para celebrar el nacimiento de su hija Iptisen nos invitó a mi familia a comer a su casa, pues algunos tienen mucho trato con Toudani. Éramos seis convidados (seis) hombres y mujeres y con él siete comensales en total, sentados a la mesa redonda del comedor de su casa familiar. Su esposa atendía a Iptisen y supervisaba la cocina, en la que su primo y la esposa de éste se afanaban en que a los del comedor no nos faltara de nada. Y así fue, no nos faltó de nada. Más aún, hubiésemos preferido algo menos de comida, pues su generosidad y obsequio nos hicieron sentir si no como glotones, sí como personas que aprecian la voluntad de agradar de un tercero que se vuelca en ello, con lo que tiene y tal vez con lo que no tiene para él y los suyos también y a quien no hay que desairar ni siquiera al ver cómo se observan costumbres familiares tan ajenas a las nuestras. Y más, desde que tenemos hasta un ministerio de Igualdad.

El menú, regado con abundante té suave a la menta y con el pan elaborado por ellos, consistió en una ensalada verde, con muy generosas raciones de aceitunas verdes y negras, cuya ingesta aseguró la retención de líquido en las siguientes 24 horas. Siguieron tres platos de carne, a saber: tajin de ternera servida a modo de pinchos de los que aquí conocemos como morunos; carne en salsa sobre cuna de arroz pilaf; pollo en salsa y, finalmente estofado de ternera. Todo ello guisado al estilo tradicional berebere.

Remató el ágape una gran fuente de fruta fresca y pastelillos con la base de almendra molida, de coco, chocolate y cacahuete, elaborados en casa por su familia.

Fue una experiencia humana enormemente enriquecedora, pues quienes tienen trato habitual con la inmigración por razón de su relación laboral, no tienen normalmente ocasión de visitar sus domicilios particulares y menos aún, compartir su comida, de manera que poco o nada conocemos de lo que se cuece puertas a dentro de sus hogares.

La familia de Toudani la compartimos acabado el almuerzo, cuando salieron de su habitación de retraimiento para que no dieran la brasa, sus hijos y los del primo. Y También a su esposa Zahra que vestida al modo tradicional vino a sentarse entonces con nosotros, portando en brazos a Iptisen, la benjamina.

La verdad es que al margen de la muy distinta costumbre de sentarse a la mesa uno sólo de los anfitriones con sus invitados, fue muy grato ver cómo se va formando una familia numerosa, a partir del estatus de residente con derecho a trabajo de un inmigrante que tuvo que salir de su pueblo porque allí no había trabajo para nadie.

Las ayudas por nacimiento y las que obtiene de la administración por cada hijo menor de 14 años, así como la sanidad y la escolarización gratuitas y otras subvenciones de comedor, pero sobre todo el trabajo duro de Toudani, buen trabajador formal y serio, han hecho posible que toda su familia tenga un futuro mucho más prometedor del que les esperaba de haber seguido en su tierra.

Ahora tan sólo falta que entre en vigor en la escuela catalana, el trilingüismo del que habla Montilla, pues los hijos de Toudani hablan exclusivamente berebere y catalán que han aprendido en el colegio; no castellano. De manera que hoy sus horizontes de comunicación y desarrollo profesional están severamente circunscritos a las zonas geográficas de ambas lenguas. Ojalá que cuando acaben el colegio puedan también expresarse en el idioma de Cervantes y aún en el de Shakespeare, con lo que tendrán la posibilidad de comerse el mundo entero. Si ese fuera su empeño.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home