Tuesday, May 17, 2005

Lo que se oye y se escucha

Leo en La Vanguardia de hoy, con cierto regocijo, el artículo de Magí Camp, “Lo que se oye y se escucha”, en su sección “Letra pequeña” de la revista VIVIR que no ha dejado de sorprenderme sin embargo. Trata el artículo de lo habitual que resulta que los presentadores, normalmente de televisión, digan “escucho” en lugar de “oigo”. Así, lo mismo a un colega en conexión que a un concursante por teléfono, le dicen “no te escucho” cuando se refieren a que no le oyen y decirle al concursante “no le escucho” invita a que éste replique “pues no haberme invitado a llamar” seguido de algún epíteto al uso.

A buen seguro, Magí Camp ha de ser un joven e inquieto periodista, pero sobre todo joven en edad, pues su comentario sobre lo que se oye y se escucha, era ya motivo de perplejidad familiar hace 40 años, cuando oíamos en la radio, sobre todo en conexiones entre reporteros, cuando éstas no eran muy buenas y se decían un locutor al otro “¡No te escucho!” refiriéndose a que no le oía bien y siempre nos pareció muy grosero o desafortunado en cualquier caso, por lo que de afrenta tiene decirle a tu interlocutor que no les escuchas; puedes no oírle, pero decirle que no les escuchas es poco amigable.

El “escucho”, sin duda argot de las telecomunicaciones por lo de la ambigüedad fonética del “oigo”, ha ido acuñándose como parte del vocabulario de los profesionales de las telecomunicaciones de voz, por aquello del léxico corporativo propio, pero se está aplicando, efectivamente, como bien apunta Magí Camp, a situaciones que lo convierten en, sino un insulto al interlocutor, sí en una pobreza de vocabulario cuando lo que se pretende aparentar es todo lo contrario.

De toda la vida, los radioaficionados han respondido “te copio fuerte y claro” cuando oían bien a sus comunicantes, para darles a entender que la audición era buena. Decirle a un concursante telefónico “no te (le) copio” resultaría también absurdo en tal caso.

El mal uso de ciertas palabras conduce a su utilización extemporánea. Viene a ser algo parecido a lo que el vocablo “colaboración” le ha pasado al mutarse a “complicidad” que significa “colaboración para delinquir”. Tuvo cierta gracia por lo ocurrente, el primero que habló de “complicidad” con la administración civil, refiriéndose a una colaboración heterodoxa para la consecución de un bien común, haciendo “segundas lecturas” –otro día entramos en ello– de la normativa, con tal de obtener un resultado a todas luces satisfactorio para la sociedad.

Ahora a penas se utiliza la palabra “colaboración” pues parece más culto hablar de “complicidad”, lo que acaba por convertir en desinformado a quien pretende distinguirse como erudito en el manejo del léxico.

Llamar esférico al balón de fútbol para no repetir la denominación popular “pelota”, sobre todo en la retransmisión de partidos, tiene sentido, pero acabar llamando “bola” incluso a la pelota de rugby que ni tan siquiera es esférica, simplemente es una tontería. Pero ya se sabe, cada uno va a su bola…

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