Thursday, June 09, 2005

La semilla de un nuevo partido catalán de izquierdas

Un grupo de intelectuales, presentó en Barcelona un manifiesto que he suscrito, denunciando el extremismo catalán del tripartito que oculta la dejación de los problemas reales que afectan a la sociedad de Cataluña, con la exaltación de los símbolos nacionalistas y la redacción de un nuevo estatuto que contemple la financiación de la autonomía. A mayor exaltación patria, mayor extremismo concierne.

Algunos políticos se han manifestado ya en contra de la pretensión del grupo, de que se forme un nuevo partido político catalán, de izquierdas y no nacionalista que significa no extremar el sentimiento por el amor patrio en perjuicio de los que no sienten tan intensa devoción visceral por las raíces y que se ven arrastrados a una posible –aunque hipotética– situación de Cataluña, similar a la del estado libre asociado a una España que los nacionalistas sienten extraña y que les constriñe la expansión de su emoción nacional y cuanto ello comporta, a su modo de sentir el terruño.

¿Pero a qué época de la Historia en concreto, ha de remontarse la situación nacional de Cataluña para que los nacionalistas catalanes se sientan confortados? Se parece a lo que en informática se conoce como un punto de recuperación; el recovery disk es, en forma del nuevo estatuto, lo que ha de conducirnos a una idílica situación anterior, no fijada aún todavía con claridad ni consensuada entre el tripartito y el resto del arco parlamentario catalán, en la que el estado de cosas agrade a todos. Algo así como que llueva a gusto de todos. Entre los dos meses que han tardado en Valencia en ponerse de acuerdo para la reforma de su estatut y el año largo que llevamos en Cataluña para acordar nuestra identidad, a buen seguro hay un punto intermedio racional, siempre que se tengan las ideas claras, por supuesto.

El Conseller Primer, se apresuró a recordar el manifiesto suscrito hace 24 años en Barcelona, el 25 de enero de 1981, por Amando de Miguel, Jiménez Losantos, Carlos Sahagún, Carlos Reinoso, Pedro Penalva, Esteban Pinilla de las Heras, José María Vizcay, Jesús Vicente, Santiago Trancón, Alberto Cardín y 2.300 firmas más, sobre la exaltación que el Govern de la Generalitat hacía de la lengua catalana en detrimento del castellano y perjuicio de los castellano parlantes que también son catalanes. Lo que recuerda actuaciones pretéritas, en sentido contrario, del gobierno central para aniquilar, las llamadas en la posguerra, “lenguas regionales”.

¿No es mucho más enriquecedor culturalmente mantener la oficialidad de las dos lenguas y aprovechar las ventajas de todo tipo que ello conlleva? ¿O es que fomenta más la comunicación con el resto del mundo hablar catalán que castellano? Nadie va a negarnos ni a despojarnos de nuestra lengua catalana; ya lo intentaron.

La situación en Cataluña es la que es y no la que unos quieren que sea. Estamos en un mundo cambiante y globalizado, nos guste o no, con sus pros y contras y mantener los símbolos, tradiciones, costumbres y modos de hacer de antaño, forma parte del acervo cultural de cada individuo personalmente y, aunque fueran mayoría, no han de condicionar a todos a seguir por ese camino si no lo desean, pues, entre otras consideraciones, solo lleva a circundar el ombligo patrio abstrayéndose del discurrir del tiempo, convirtiendo Cataluña en una crisálida quiescente, impidiendo moverse en el mismo sentido del resto del mundo y avanzar con él.

Los que llaman a la emigración a esta tierra de promisión y conminan a la acogida indiscriminada de emigrantes, son los que van a obligarles luego a abrazar nuestra cultura nacional, por encima de la suya, pues algunos de ellos hasta suponen que no traen cultura alguna, como si la hubieran perdido durante el duro viaje en patera. Y cuando estos inmigrantes abran un comercio propio de los de su país de origen y para su gente, les obligaremos a poner los letreros en catalán y que sus clientes pidan “tres onces de cuscús”, pongamos por caso.

La polémica sobre la participación catalana en la feria del libro de Frankfurt es un claro ejemplo. Una cosa es una muestra de la literatura catalana y otra la de los libros escritos en catalán. Pues hay mallorquines que escriben en catalán, por ejemplo. ¿Van esos a la feria de Frankfurt? ¿Y por qué?

Lo que no puede permitirse el ser humano es quedarse anclado en el pasado, pasmándose con su propio ombligo y rechazando todo lo de bueno que aportan las posibilidades que el transcurso de la historia ofrece a cada territorio, abriéndose y relacionándose con su entorno inmediato y lejano y, sobre todo, fomentando esta relación que no se hace a base de exigir que se hable catalán en la UE o abandonar un acto en memoria de un ilustre político porque en su país alguien ha olvidado poner la bandera catalana. Para acabar haciendo el payaso con símbolos de otras creencias; también venden rosarios en las tiendas para turistas de Jerusalén y banderas catalanas y del Barça en nuestras tiendas para turistas ¿vamos por ello a mofarnos de los símbolos de otros? ¡Un poco de por favor!

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