Friday, September 30, 2005

El Estatut de la lechera

Había una vez unos parlamentarios en Cataluña que no querían -o no sabían- trabajar en aquello para lo que habían sido elegidos por el pueblo soberano y se entretuvieron en redactar un estatut de autonomía al estilo de la carta a los Reyes Magos.

Después de más de un año y medio de dimes y diretes entre ellos mismos, pues cada uno quería hacer incluir aquello que se le venía a la cabeza, por fin se pusieron una fecha límite para acabar con la carta magna, porque ellos mismos fueron ya conscientes del ridículo que estaban haciendo y entre retrasos, carreras, tiras y aflojas de última hora para ver quién salía finalmente en la foto por haberse hecho imprescindible, llegaron al acuerdo.

Finalmente, completan el estatut a gusto de todos, menos de un grupo rancio y trasnochado que teme que en el país vaya a cambiarse el régimen.

Y en el estatut establecen que son una nación, la cual cosa será lo diga o no un estatut, aunque si lo dice, las connotaciones jurídicas que se derivan de ello tienen consecuencias presentes y futuras muy del desagrado del resto de España, ya sea por su anticonstitucionalidad intrínseca o extrínseca. Que serán dueños de los impuestos del estado y le darán a éste lo que les venga bien, en plan solidario y altruista con el resto de los españoles. Que tendrán representación directa y personal en las instituciones extranjeras, sobre aquellas cuestiones de las que tienen las competencias plenas. Que dictarán la política de inmigración, para así dejar entrar en Europa a todos los sin papeles. Que la enseñanza pública será laica pero el que quiera religión la tendrá.

Y así van configurando un estatut mientras se hacen un plan de futuro, también llamado película, de lo que están consiguiendo en aras de dar un salto cualitativo e histórico en el camino hacia el autogobierno y la independencia que solo ellos quieren y no la inmensa ciudadanía de Cataluña.

Cada uno de los parlamentarios piensa que está pasando a la Historia y en cómo va a repercutir en su vida todo ello. Notoriedad, poder, dinero, BMW todo terreo, casa pareada, comer caliente, tocar la guitarra y hablar en inglés.

Entonces, el president de su cámara o parlament que durante este proceso se ha puesto orondo, lleva la jarra de leche del estatut a Madrid, a la cámara de allá o Congreso de los Diputados, a fin de comenzar el proceso de aprobación que de vía libre a la película que se han forjado en estos casi dos años, posteriores a la miseria económica que aportan las pancartas, la oposición y, en definitiva, la nada productiva, pues lo que se dice crear riqueza para el país, no lo han hecho en su vida.

Y en las Cortes, el primero que va a ver el estatut será el presidente de su Comisión Parlamentaria, el ínclito Alfonso Guerra que ya ha advertido que de lo de nación, nada de nada. Y lo de recaudar los impuestos y darle al estado la parte que Cataluña decida, ni en sueños; con el respaldo de Rodríguez Zapatero, pues una cosa es decir que aprobarás el estatut que salga del Parlament cuando estás convecido de que no habrás de tomar nunca tal decisión y otra aceptar que los impuestos los cobre la agencia tributaria catalana y te devuelva la torna.

Total, el estatut roto y la leche derramada; mi gozo en un pozo. Se ha desmoronado como un castillo de naipes, pues no tenía base ninguna ni soporte ciudadano, por mucho que lo haya votado el casi 90 % del Parlament. Pero es que ni siquiera fue bonito el sueño mientras duró, pues los insultos y sinsabores que ello provocó durante su gestación entre todos los parlamentarios, tal vez se hubieran borrado con el parto, como a la madre los dolores cuando por fin sostiene entre sus brazos a la criatura recién parida, pero cuando te devuelven el estatut como llegó, arrojado a la cara de los insensatos, acabaremos por pagarlo todos, como siempre. ¡Y mira que te lo dije!

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