Friday, September 09, 2005

La Europa cívica

Estas vacaciones he tenido por fin, la oportunidad de asistir al Festival de Música Salzburgo. Ha sido un auténtico privilegio.

Hice el periplo en coche, por aquello de andar a mi aire, sin las imposiciones de las compañías aéreas de bajo coste y gran pérdida de tiempo añadiría, a demás de masificación, pérdida de identidad y equipajes, abusos en los horarios, personal no cualificado y todas cuantas acepciones negativas se asocian al caso.

Ciertamente, he tenido la sensación de estar en Europa; la Europa central civilizada y culta, con sentido del civismo, pasando por Berna, capital de Suiza, de camino a Salzburgo por Innsbruck y vuelta por el norte de Italia: Florencia y Pisa; Costa Azul y vuelta a casa.

El Festival de Música de Salzburgo es un evento social de élite mundial, algo así como el contrapunto de nuestro turismo de Barcelona. Puesto que hay funciones a todas horas del día, es fácil ver por la calle de buena mañana, a damas y caballeros de tiros largos que es la forma correcta de asistir a los conciertos y nadie se extraña por ello. Es grotesco y grosero por lo desconsiderado, asistir a una función cuyos actores y ejecutantes llevan meses ensayando y preparando con esmero la representación o el concierto o ambas cosas a la vez, como la ópera, para agradar al público y que éste se presente en camiseta, bermudas caídas y chancletas. Eso se tolera en Barcelona porque el Ayuntamiento desplazó de la gestión del Liceo, pongamos por caso, a sus propietarios. Y los ediles del tripartito gobernante, desconocen tal tradición, carecen de urbanidad y educación y no saben cómo comportarse en una situación tal, porque la mayoría de ellos han empezado a “comer caliente” al acceder a sus poltronas municipales.

La verdad es que no se ve por Salzburgo mucho turismo de camiseta sin mangas para lucir los tatoos, bermudas caídos y chancletas. Tampoco hay emigración deambulante y desatendida porque la que hay tiene papeles o no entra en el país y puesto que no hay gratuidad de servicios ni para los propios nacionales, no van de otros países a ver qué rascan. Y los que tienen papeles se comportan con el respeto debido a su tierra de acogida, como corresponde e imitan a los nativos que son respetuosos con su ciudad, por tradición, educación, urbanidad y porque así lo imponen las normas que ellos mismos se han dado libremente.

Cuando alguien desatiende sus obligaciones ciudadanas, como sacar la basura en Berna el día que toca, habiendo previamente fijado en la bolsa la etiqueta que acredita haber pagado por el servicio de recogida de basuras 1,40 FS (casi 1 €) por una bolsa de 35 litros, los vecinos que advierten el incidente avisan a la policía ¡y ésta acude! Y toma cartas en el asunto y al vecino infractor se le quitan las ganas de intentarlo de nuevo cuando se le aplican las normas al respecto.

Volviendo a Salzburgo; en los teatros de conciertos no hay control de entrada. Los empleados se limitan a indicarte el asiento asignado, si se les solicita. Durante el entreacto, puede salirse hasta la calle, para tomar el fresco y a nadie le “marcan” la salida, pues no va a haber sinvergüenzas ni listillos que intenten colarse. Entre otras cosas, porque están todas las entradas vendidas y al que se colase lo freirían con la aplicación de la ley. A más libertad corresponde mayor autoridad que significa hacer cumplir las normas a los incívicos que se las saltan.

A los vándalos, como los reventadores de las fiestas de Gracia, los meten en la cárcel hasta averiguar lo sucedido y depurar las responsabilidades a que haya lugar. Y luego no se permite una manifestación pidiendo libertad para los gamberros porque es apología del terrorismo urbano de baja intensidad.

No veo por qué hemos de imitar la “cultura” de los Estados Unidos que siempre hemos considerado incultura y no abrazamos la de nuestro entorno europeo, de mucho más arraigo y urbanidad que viene de urbe: ciudad. Y saber cómo ha de conducirse uno y comportarse en la ciudad por contraposición al silvestre, inculto, agreste y rústico. Que por lo visto, es lo que se lleva ahora. Pues prefiero la educación y la urbanidad y exijo a las autoridades que la hagan cumplir… cuando consigan entender de lo que estamos hablando, claro.

Ah, los conciertos fueron magníficos. En el Festspielhäuser asistí a la ópera Cosí fan tute, de Mozart, con puesta en escena de Ursel Herrmann y Karl-Ernst Herrmann, absolutamente moderna y excelente. Por cierto que el papel de Dorabella, segunda soprano, estuvo interpretado soberbiamente por la española Maite Beaumont, nacida en Pamplona. Aquí nadie se ha enterado, por lo visto. Como cuando descubrimos a nuestro tenor Plácido Domingo, cuando cantó La Marsellesa en la toma de posesión de Miterran. Si no nos avisan de fuera, no sabemos a quienes tenemos por ahí cantando que no dando el cante; eso lo reservamos para nuestros ediles.

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