Sunday, November 19, 2006

Tripartito 2 – Democracia 0

También podría titularse este post: Partitocracia capeón; Democracia Parlamentaria eliminada.

Antes de las elecciones autonómicas catalanas del reciente 1N, cabe la posibilidad más que cierta de que los tres partidos, PSC, ERC y ICV se habrían puesto ya de acuerdo con malicia o picardía para formar una nueva edición del tripartito, al margen de la democracia parlamentaria que se supone es la forma política de nuestro país.

En efecto, mucho se iba especulando al respecto. Pero el único dirigente político catalán que, más que abogar, imploraba por una reedición del tripartito era Joan Saura, presidente de ICV y otros. Conseller florero de la anterior legislatura en el Govern catalanista i d’esquerres, no sólo no aportó nada a la gobernación de Catalunya sino que su partido protagonizó diversas manifestaciones a lo largo de la fallida legislatura, en contra de acuerdos tomados por el Govern del que formaba parte. Algo tan insólito como que en estas últimas elecciones haya incrementado en 3 el número de sus diputados; el electorado parece hacer escarnio de nuestro sistema político.

Tampoco consiguió Saura, cual era el cometido esencial de su departamento floral, que el grado de participación en las elecciones fuera, por lo menos, digno. Fue irrisoria la participación, como toda su actuación en el Govern y como él mismo, con su permanente sonrisa bobalicona de Netol.

Pero es que Saura era el único que de no pillar cacho en la nueva legislatura con el tripartito, no lo haría de ninguna forma. Y cuando el bobo de Coria de la política catalana se ha acostumbrado ya a los usos de la burguesía tradicional que siempre había denunciado desde su permanente posición de comunista comefrío, la sola idea que le quitasen el coche oficial, el chófer, el guardaespaldas y el sueldo ¡hay! Eso sí que duele. Saura quiere ser un comunista disfrazado de verde, pero con las prerrogativas y comodidades de los patrones.

La cuestión es que, sin pudor alguno, al conocerse los resultados de las elecciones del 1N, empiezan los partidos políticos a repartirse no las responsabilidades de gobierno, sino el poder. Que es cosa muy distinta.

Efectivamente, el jueves día 2 de noviembre, día de los difuntos para algunos por el descalabro electoral sufrido el día anterior, cual es el caso del PSC, con una caída de escaños que supone un severo castigo por parte de su electorado y a buen seguro que de la militancia también, acuerdan reuniones los líderes de los partidos, para ver de configurar una mayoría parlamentaria que ninguno de ellos tiene por sí mismo, con el fin de asegurarse las cuotas de poder que les permitan subsistir económicamente otra legislatura.

Se supone y lo dicen las leyes que ha de constituirse el Parlament y su presidente electo ha de evacuar consultas con los líderes de los grupos parlamentarios recién constituidos, para encargar la formación del Govern a uno de ellos, el que, supuestamente tenga la mayoría parlamentaria o el que sea capaz de aglutinarla.

Pero quiere la insolencia de los partidos catalanes que sin contar con el nuevo presidente del Parlament ni menos con los nuevos diputados, ya convengan sus componendas para que, con la desvergüenza que les caracteriza, decidan, al margen de las normas legales, la formación del nuevo Govern, repartiéndose en esta ocasión el poder entre los tres partidos del primer tripartito.

Resulta de una inmoralidad política deleznable, la actuación de los partidos políticos en este sentido, con total desprecio por los propios diputados elegidos por los ciudadanos. Pues son los mismos partidos los que ejercen la autoridad política, al margen de nuestro ordenamiento jurídico.

Los partidos políticos que así actúan son usurpadores de la soberanía nacional que reside en el pueblo. Es por ello que no quieren modificar las leyes electorales, para así mantener el ejercicio del poder en su puño, menospreciando a los electores, a los elegidos, al Parlament y a su presidente. Creo que cabe un recurso ante el Defensor del Pueblo.

Si los partidos políticos y sobre todo sus dirigentes tuviesen el valor de democratizar la ley electoral, aún a costa de perder sus escaños y servir verdaderamente al pueblo como aseguran hacer, en lugar de buscar pillamente su beneficio personal y de partido, introducirían el sistema de listas abiertas que mitigaría en buena parte esta sucia manera de ejercer la política.

Qué taimados son nuestros politiquillos; quizás creen que nos engañan.

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