Wednesday, December 14, 2005

Stanley Williams, alias Tookie, ejecutado por Terminator

Hasta hace pocos días, salvo las hemerotecas especializadas, únicas conocedoras de la existencia del tetra-asesino, nadie habíamos oído hablar de Tookie hasta que la fecha de su ejecución fue inminente. Los movimientos anti-pena-de-muerte y gracias a la globalización, hicieron saber al mundo entero que un asesino convicto aunque no arrepentido, pues ha seguido negando su inocencia hasta el momento de su ejecución, la madrugada de ayer, iba a ser ejecutado en California, paraíso de surfistas.

Resulta chocante que, según dicen, Tookie fuera propuesto para el Premio Nóbel de la Paz, como Lluís Maria Xirinachs -lo que no impidió su arresto días pasados por afirmar ser amigo de ETA- y aquí nadie lo supiera. Quizás en California tampoco saben lo de Xirinachs. Pero no es el caso de preguntarse quiénes son los proponentes a premios Nóbel de asesinos o amigos de ETA, porque cada cual es libre de significarse a su mejor saber o entender. Aunque denota no entender mucho ni saber gran cosa quien hoy propone a un asesino múltiple o a un amigo de terroristas al Premio Nóbel, sin que sea un estadista con impunidad plena.

Lo que no acabo de encajar bien es lo de la reinserción social de los presos. En este país nuestro, se condena a asesinos a penas que superan los veinte años de prisión y, luego de haber hecho unos cursos de cocina, al estilo de Maruja Callaved hace esos 25 años en Televisión Española, se les pone en libertad y, normalmente, vuelven a delinquir como acabamos de sufrir en Castelldefels, en la familia de unos honrados joyeros. Y nos preguntamos si aprender a guisar en la cárcel es razón suficiente para devolver a las calles a un asesino, luego de haber cumplido si quiera un tercio de su justa condena.

En California lo tienen más claro, por lo que se ve. Condenan a muerte a un asesino múltiple y lo mantienen encerrado e incomunicado -está condenado a muerte- durante más de 25 años y al final lo ejecutan. Me quedo perplejo. No propondría un plebiscito popular sobre la bondad de un trato similar en España, no fuera a salir un SÍ rotundo. Cumplir íntegramente la cadena perpetua y luego ejecutar al asesino. Parece que fueran dos penas capitales. Y no quisiera que pareciese que no estoy por esa labor, pues carezco de información para distinguir lo que sería de aplicación. Pero tener a un preso incomunicado durante un cuarto de siglo para ejecutarlo al final, parece una tortura impropia de un país que se dice de sí mismo, civilizado. Y nos olvidamos en este punto de la guerra de Irak, con unos 30.000 irakíes muertos, más o menos, como dice Bush, mintiéndo como es ya costumbre en él, pues sabe que son más de 100.000.

Pero es que al final de la cuerda está el payaso del Terminator, también conocido por el Schwarzenegger; austriaco, culturista del cuerpo que no de la mente ni el espíritu, como se ve y gobernador de California, el estado más poblado de los EE.UU., que es casi como España, no como la Vall d’Aran que les podría parecer a algunos. Y por necesidad de ser reelegido, no le conmuta la pena de muerte por la de cadena perpetua -que en España habría cumplido ya tres veces- para que los amantes de las ejecuciones le voten. Si no fuera cosa tan terrible, sería para morirse de la risa.

No es de extrañar que el pobre desgraciado del Tookie se dedicara a escribir en la cárcel; tiempo ha tenido. Bueno, supongo que primero aprendería a leer, pues la trayectoria que le llevó a dar con sus huesos entre rejas no encaja con la de un letrado, según la tercera acepción del diccionario la Real Academia Española para referirse a alguien que sabe leer. Está bien que sus libros y escritos hayan servido para apaciguar las hordas de vándalos ciudadanos que él mismo se apuró en organizar; por lo menos parece que mostró arrepentimiento en algo. Aunque no fuera suficiente para que el moderno bufón palaciego, Arnold Schwarzenegger le concediera el indulto. Aunque no sé si su creación literaria daría tanto de sí como para ser propuesto para el Nóbel de Literatura, que dicen ha sido también candidato. No me extrañan las quejas del Porcel.

Menos mal que Terminator no nació en los EE.UU., pues en otro caso, podría acabar de inquilino titular de la Casa Blanca. En cambio aquí, el mismo Iñaki Anasagasti, pongamos por caso, nacido en Cumaná, Venezuela, podría haber llegado a ostentar la más alta magistratura del Estado. Aquí sí que hay democracia y reinserción social.

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