Thursday, June 15, 2006

Dónde estaba Dios o el Estatut del cinismo

Cuando el papa Benedicto XVI se pregunta dónde estaba Dios cuando los sucesos del campo de concentración nazi en Auschwitz, el gólgota del mundo moderno, como él mismo lo definió y como seguía diciendo “en un lugar como éste faltan las palabras; en el fondo sólo hay espacio para un silencio desamparado, un silencio que es un grito interior hacia Dios: Señor, ¿por qué callaste? ¿Por qué has podido tolerar todo esto?” todos podemos preguntarnos, por ejemplo, dónde estaba Dios cuando permitió al Parlament de Catalunya redactar un estatut de semejante calaña que afectará inexorablemente la vida de más de seis millones de ciudadanos de Catalunya, sean o no catalanes, como el domingo 18 de junio de 2006 salga un sí mayoritario. Mayoritario en el sentido de que lo pronuncie más del cincuenta por ciento del censo de Catalunya.

Pero también cabe preguntarse dónde está Dios cuando permite que los vividores de la política mientan como bellacos, diciendo lo que contiene el texto del nuevo Estatut, a sabiendas de que no es cierto lo que dicen. Qué hace Dios entonces. Por qué permite que se engañe así al pueblo llano. Por qué no envía un rayo celestial que fulmine al mentiroso de masas ingenuas.

Como decía estos días una voz autorizada, reflexionando sobre los avatares del nuevo Estatut: Saltaban de alegría, se abrazaban entre sí y brindaban con cava catalán -por supuesto, catalán- el 89’9% de los diputados del Parlament de Catalunya el 30 de septiembre. Y ahora, limpio como una patena, cepillado como lo ha hecho Alfonso Guerra; aprobado por mayoría ínfima en el Congreso de los Diputados y por menos del 50% en el Senado; sin competencias ni dinero extra para seguir malgastando, siguen saltando sobre un solo pié, de la alegría por esta mierda de Estatut que quieren que refrendemos el domingo, porque, además de mentirosos e incompetentes, son unos cínicos.

En efecto, el cinismo y la desvergüenza de estos políticos catalanes que apoyan el Estatut no tiene parangón en la historia de este país. Únicamente buscan su perpetuación como vividores del nacionalismo que les va a permitir hurgar y rebuscar en las fórmulas de entender el ADN del idioma catalán para seguir amamantándose de la teta administrativa de la Generalitat. Son auténticos parásitos de la sociedad que han hallado en la política una forma de subsistir sin dar cuentas a nadie, pues el Parlament son ellos mismos e instrumentar un sistema de partidos que no permita la entrada de extraños y sigan las cúpulas de estos engendros manejando los hilos de la política, los presupuestos del Estado, las subvenciones públicas, las prebendas de estos chapuceros de la política y los treses por ciento que sumados hacen el treinta por ciento, más cerca de la realidad corrupta que el tres por ciento que tímidamente apuntó Maragall.

Y el colmo del impudor lo representa Artur Mas, heredero digital directo de Jordi Pujol, porque así lo designó él, porque su federación de partidos CiU, en los veintitantos años de gobierno monocolor de la Generalitat, consiguieron con astucia, elevar el presupuesto de la propia Generalitat de cero pesetas en 1979 a 30.000 millones de euros en 2006. Y ahora, este mismo tipejo, el Mas, con tal de volver a la poltrona del gobierno y no pedir más créditos a la banca para subsistir, dice que sí, que aquel estatuto de 1979 que ellos desarrollaron brillantemente, aunque también podía haberse hecho con mayor eficacia, es mejor cambiarlo por esta bazofia que nos han propuesto, mintiendo descarada y descarnadamente en los medios de comunicación, diciendo, como hoy mismo, a primera hora de la mañana, en Catalunya Radio que el Estatut dice que Catalunya es una nación y que ha sido a probado por la mayoría de las Cortes Españolas, sabiendo que es mentira.

Y así es, en efecto y Artur Mas lo sabe bien, pues el preámbulo del Estatut lo que dice es: “El Parlamento de Cataluña, recogiendo el sentimiento y la voluntad de la ciudadanía de Cataluña, ha definido de forma ampliamente mayoritaria a Cataluña como nación.” ¿Y cuándo, además, el Parlament de Catalunya ha pedido a la ciudadanía que muestre su sentimiento en tal sentido? ¡Nunca! Eso ha sido otra tergiversación de nuestros representantes políticos que han querido interesadamente confundir la parte con el todo, actuando como siempre, de espaldas al ciudadano que le elige y paga su sueldo y sus gastos.

Pues ya puestos a confundir que el cielo los confunda y se pregunten ellos entonces, dónde estaba Dios cuando les confundieron, que yo votaré NO.

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